No siempre supe
quién era aquel niño
de ojos grandes y sonrisa eterna.
Los mayores decidían por nosotros.
Marcaron los ritmos
y
establecieron las reglas,
acompasaron las dudas
y, al final,
firmaron un guión que no era el nuestro.
Y ahora, tras reencontrarnos,
compartimos vivencias
pero no recuerdos.
Se mezclan en mi memoria,
en forma de cuento,
encuentros inesperados
con
miradas que no entendía,
comidas de verano
con
silencios inexplicables,
miedos infantiles
que
se arreglaban con un beso.
El día que supe quién eras,
presagié que ya no te vería más.
Pero,
como si fuéramos los protagonistas,
huídos de un relato no escrito por nosotros,
nos reencontramos.
Había pasado casi una vida
y, casi al instante, me reconociste.
Ahora,
dejando atrás los secretos,
compartimos
esa tabla de surf que un día imaginaste,
para sortear los peligros
imaginarios y reales.
Porque juntos hemos llegado
a un punto de no retorno,
en el que solo existe el presente,
y, me gusta la sensación,
de tenerte como hermano.
Nunca soltaré tu mano.
Photo by Fotomas
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