Tengo cosquillas en mi estómago
y, no, no son nervios.
Tal vez sea ¿ilusión?.
Me siento como cuando era niña
ante un nuevo regalo.
Nunca fuí de las que
se fijaban en el envoltorio.
Al contrario,
me lanzaba sobre el paquete,
arrancaba el lazo, resquebrajaba el papel
llevada por la misma impulsividad
que aún conservo.
Empezamos un nuevo año, enterito,
sin estrenar, solo nuestro.
Me encantaría tener la capacidad
de anticiparme a lo que va a suceder.
Pero, así es la vida.
Una sucesión de aciertos, errores, juegos, fantasías, decepciones.
Un camino que avanzamos
siempre a ciegas.
Hay veces en las que se puede vislumbrar
el peligro pero, generalmente,
aparece por sorpresa,
de igual manera que te descubres
disfrutando a borbotones
sin conocer el motivo.
Solo sé que hoy me siento
estúpidamente feliz.
Es una felicidad sin motivo
que, tal vez, finalice mañana
o, quizá no.
La felicidad de los inicios, los besos,
la inocencia, la indecencia,
el agua caliente en una bañera,
el pedazo de chocolate
que comes con gula,
la carcajada inesperada,
la llamada que ya no esperaba
porque ni siquiera pensaba
que se acordase de mí.
Ya, tan solo, con lo sucedido hoy
te doy las gracias 2021.
Photo by Fedor Bitkov
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