nos amábamos.
Éramos,
exactamente,
una pareja,
pero no una cualquiera.
Nosotros
compartíamos
solamente alegrías,
jamás tristezas.
Ese era nuestro trato,
nuestro vínculo,
nuestro lazo.
Miraba tus ojos,
grandes,
de niño desamparado
y
me embargaba
tal ternura
que lo único
que podía hacer
era comerte a besos.
Tú me decías
que
mi cuerpo pequeño,
como si no estuviera
terminado,
provocaba en ti
afán de protección
y
una irresistible atracción.
Corríamos de la mano,
riéndonos.
Nos besábamos,
sin importar
la hora,
el lugar
o
la gente.
Bailábamos en cualquier sitio,
sin música,
tarareando alguna
de esas canciones "indie"
que tanto te gustaban.
Pero tuviste que irte,
en el mejor momento,
cuando solo
había risas,
cuando aún
no había llanto.
Ahora has vuelto.
Han pasado varios años.
Sigo queriéndote,
pero el lienzo
ya no está en blanco.
Hemos crecido,
el dolor nos ha visitado.
Ya no podríamos
cumplir el trato
de vivir en la alegría
y
contigo,
no sé
si podría vivir
de otra manera.
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