constantemente
contra el cristal de una ventana
cerrada.
Como esa mosca que
aterrorizada
choca con todo su cuerpo
con su libertad,
una y otra vez
sin darse cuenta
del vidrio que les separa.
Hablar contigo
es igual.
Mis palabras se encuentran
un enorme muro,
invisible,
acechante
que las frena,
las para,
las rechaza.
Y tú estas ahí,
parapetado,
viendo impávido
mis intentos de aproximación.
Y ya no sé qué ocurre.
Y ya no sé por qué lo haces.
Porque no me gusta el silencio,
me da miedo,
me hiere,
me lastima
y creo
que a ti te da igual,
como el niño
que
aburrido de contemplar
a la mosca
en su intento desesperado de huir
la mata de un puñetazo.
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