podamos volver
a ser felices.
Tú y yo,
solos,
sin nadie más.
Tal vez encontremos,
por sorpresa,
caricias escondidas
por las esquinas
y
grupos de besos
por los rincones.
Quizá, solo quizá,
la luna se alíe con nosotros
y
todas las noches
brille redonda, rotunda,
iluminando
nuestra habitación,
nuestra cama,
nuestros cuerpos.
Puede ocurrir que,
al abrazarnos,
recordemos el recorrido
que ya habíamos olvidado,
que tu cuello me invite a visitarle,
que tu mano se deslice por mi espalda
y
que tras hacer acopio
de las caricias y los besos encontrados
podamos volver a ser dichosos,
tú y yo,
solos,
sin nadie más
que dé al traste
con nuestra felicidad.
Fotografía Kint Buchholz
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