Indeseable,
detestable,
despreciable.
Ella,
sí,
la tristeza,
mi tristeza.
Nunca avisa,
aparece siempre a traición,
cuando me sabe vulnerable,
débil,
frágil,
indefensa.
Tras anidar en mi pelo
se extiende,
libidinosa,
lasciva,
lujuriosa
a lo largo de mi cuerpo,
nublando mi mente,
requebrajando mi garganta,
fragmentando mi corazón.
Aún no sé por qué motivo
me ha convertido
en su víctima propiciatoria.
Se sabe fuerte,
me sabe débil
y
tal vez eso le provoque
el inmenso placer
de la victoria.
Fotografía David Seidner
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