por un puente,
recto,
colgante,
estrecho,
tan estrecho que
solo puede ser ocupado
por uno de mis pies,
uno a uno,
lo que me obliga
a caminar,
siempre,
sin descanso,
sin rumbo.
Nunca veo el final
pero, constantemente
contemplo
el enorme cráter
situado
ahí abajo,
profundo y candente.
Ellos me dicen,
sí, ellos,
esos que habitan mi mente,
"camina, no pares,
si lo haces
ya sabes qué te espera".
Y
yo me pregunto,
¿cuándo termina el puente?
¿qué me espera al otro lado?.
Lo que desconocen
mis monstruos,
esos que llenan mi vida
de miedos
es que
tal vez
no me importe caer
a ese fuego incandescente
que vislumbro bajo mis pies.
Fotografía de Dariusz Klimczac
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