que duerma.
Mis párpados, abiertos,
han sido cosidos
con hilos de
seda y prepotencia,
para no poder cerrarlos,
para contemplar,
obligada,
vuestras maniobras
orquestadas.
Habéis atado mi cuerpo
a un camastro,
y
con saña,
estirásteis mis brazos
y
mis piernas
hasta arrancarlos de cuajo.
¡Cuánto placer halláis en mi dolor!
Durante toda la noche
he escuchado
la eterna letanía,
siempre la misma,
de falsos reproches,
infundadas mentiras,
envenenadas humillaciones.
Pero esta noche, no.
He logrado
recomponerme,
a medias.
Con las prisas y el miedo
he confundido los brazos
con las piernas y,
como un monstruo malherido,
tras descoser mis párpados,
he huído del camastro de torturas.
No voy a esconderme, ya no.
Aunque tenga que caminar
sobre mis brazos,
voy a haceros frente,
con lo único que me queda,
mi dignidad y mi mente,
esas que quisisteis destruir
en mil pedazos.
Fotomontaje Christian Schloe.
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