tengo miedo,
siempre tengo miedo
de mí.
Mis ojos
no siempre ven lo que miran,
se confunden aturdidos y
lloran,
lloran por encontrarse perdidos
en un mundo que no entienden,
oscuro,
hinóspito.
Mi boca
vacía de besos, llena de nada,
contrae los labios y luego
grita
grita desesperada en un vacío
demasiado habitado
por fantasmas de un pasado
reciente.
Mis manos,
demasiado grandes,
tiemblan,
tiemblan tanto que, a veces,
debo entrecruzarlas con fuerza
para que no se escapen mis dedos,
para que no fragmenten mis brazos.
Entonces,
apareces tú,
un papel en blanco solitario.
Tomo un lápiz a tientas y
escribo a duras penas
algún que otro poema.
Estoy sola pero,
dentro de mí habita otra,
la que teme,
la que tiembla,
la que busca
con desesperación,
redención para sus heridas,
absolución por sus sueños
redención para su locura.
Miedo,
tengo miedo,
siempre tengo miedo,
de mí.
Fotografía Francesca Woodman
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