sin embargo,
hasta hoy he conservado
todo lo que tú me dejaste.
Pero, esta tarde he decidido,
que ha llegado el momento
de desnudarme de ti,
sin cuidado,
sin miedo a romper
algunos de los besos que
quedaron olvidados,
escondidos en mi cuerpo.
De mi pelo arranco
todas las falsas caricias,
lejano rastro de tus dedos.
En mi clavícula
derecha
encuentro, amontonadas,
promesas de futuro que,
tan solo fueron eso,
promesas pero
promesas incumplidas.
En mi cuello,
escondidas,
tus miradas a mis senos y
en la palma de mi mano,
izquierda,
los gemidos que emitías
cada vez que me habitabas.
En mi garganta,
tus gritos,
en mis ojos,
tus desaires y
en mi boca,
tu mirada altiva,
el reflejo de tu soberbia.
De todo ello me desprendo
quedando diseminados,
tus reproches,
tus insultos y
supongo que,
por equivocación,
algún ya manido,
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