constantemente,
a repetir lo mismo.
No quiero,
no quiero que regreses,
ya no.
Entiéndeme,
por favor.
Ya no soy la sumisa,
la que calla temerosa,
aquella que,
tan solo deseaba,
ser una pequeña,
muy pequeña,
parte de tu sombra
a contraluz.
No deseo
volver a mendigar
besos, ni caricias,
a esperar desesperada
que, sin pedirlo,
tomes mi mano,
con suavidad,
o que introduzcas
tus dedos, por sorpresa,
en el nacimiento
en el nacimiento
de mi cabello.
No voy a mentir.
Creí morir de ausencia de ti,
pero
el amor me rescató.
Un amor inesperado,
con el que choqué de bruces
sin buscarlo.
Ahora sé,
estoy segura,
estoy segura,
que el único amor y amante
es el último y no el primero.
Fotografía "Hand" de Richard Avedon.
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