Lo delataba tu respiración, cadenciosa y
el calor de tu cuerpo, acogedor.
Siempre tengo frío. Me recosté a tu lado.
Dormido te giraste y me envolviste entre tus brazos.
Te dejé hacer por temor a despertarte.
Sentí como partes de tí dejaban el sueño,
su palpitar sobre mi piel las delataba.
Me dejé llevar pues no quería contrariarlas.
Entre tu jadeante respirar y mi suspirar ansioso,
ambos nos habitamos en un onírico estado.
Solo al final, tú despertaste y dijiste: "Buenas noches, mi amor, ¿es tarde?".
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