Tumbada,
boca arriba,
desnuda.
No había viento.
La luna me miraba taciturna y
alguna estrella fugaz
solicitó un deseo.
Pero estoy cansada de desear,
agotada de anhelar,
sin fuerzas para soñar,
sin metas que alcanzar.
Me dijiste que ya no más,
que habías consumido
tu dosis de amor, que
querías recuperar tu libertad.
Me puse tu abrigo azul marino,
ese que te regalé en Navidad,
abrí la puerta y, no sé
de qué manera llegué a la playa.
Te juro que creí escuchar tu voz.
Era una pregunta que no entendí.
Venía del mar, pero el sonido
de las olas me impedía discernir.
Los guijarros de la orilla
dañan mis pies descalzos.
Camino hacia el horizonte
para contestar a tu demanda.
El agua ya me alcanza la garganta
donde mueren las palabras que
daban respuesta
a la pregunta escuchada, esa que no entendí.
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