Desde hace un tiempo
estoy coqueteando con el lenguaje.
Desconozco cuál es su sexo
o si es de género neutro
pero,
los escalofríos que me provoca
no los había sentido antes.
Solo sé que cuando leo algunas palabras
mi columna se estira,
mis piernas se tensan
y
empiezo a moverme con su cadencia
mientras mis escasas caderas
cogen el compás.
Entonces me rodean cometas de colores
que susurran bajito boleros venidos
de otros planetas.
Me toman por la cintura antiguos magos
con chistera azul marino y bailamos
como locos sobre mi cama,
volando ingrávidos, ligeros,
riéndonos a carcajadas.
Algunos párrafos se transforman en aeroplanos ligeros que me llevan en sueños
a grandes espacios abiertos cubiertos de tulipanes rojos.
Pero no sé si quiero seguir
porque nunca he tenido suerte en el amor.
Tengo miedo.
Tal vez un día una esdrújula se enfade conmigo y con esa tilde que siempre le acompaña se lance contra mí clavándose en mi corazón.
¿Vendrá algún escritor a rescatarme?, ¿Homero, Bukowski, Cortázar
se apiadarán de mí?.
Guardo la esperanza de que algún poeta olvidado se cuele por mi ventana
y dedique su vida
a escribirme versos que giren sobre si mismos como el carrusel de un parque, capaces de escalar mi espalda
y besar mi boca con sabor a fresa y chocolate.
Photo by Michael Vincent Manalo
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