que me sobraban
por incómodas,
molestas,
dolorosas,
por esta manía estúpida
que tengo
de caminar
por la melancolía,
por esta costumbre odiosa
de conservar recuerdos
en la memoria.
Ya no podía cerrar
los cajones
de la mesa en la que escribo,
ni acostarme en la cama
en la que antes dormía.
Me resultaba
incluuso complicado
encontrar zapatos vacíos de palabras
antes de salir a la calle
y
mis bolsos resultaban inservibles
a punto de estallar
por tantas palabras que contenían.
Pero hoy he dicho basta.
He dispuesto
sábanas en el suelo
con las que hacer hatillos
y sobre ellas he dispuesto
un sinfín
de sustantivos, adjetivos
y
verbos,
junto algún que otro adverbio perdido.
He tirado palabras como
relación, unión
compromiso, fidelidad,
lágrimas, humillación,
decepción, tristeza,
todas sustantivos.
Algunos adverbios
como
siempre, jamás,
nunca, mañana.
Y
un verbo que me hiere
cada vez
que se cruza en mi camino,
que consigue
quebrarme,
desmenuzarme
hasta
hacerme casi desaparecer,
el verbo amar.
Porque siempre
he amado
pero jamás
he sido amada
y
no quiero
volver a recoger mis trozos,
nuevamente,
para reconstruirme.
Ya no.
He cerrado los hatillos.
Ahora,
estoy esperando
que pase
el recogedor de palabras
Photo by Antonio Mora
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