Nos miramos
y
sin conocernos,
nos reconocimos.
Llevábamos tiempo buscando
sin saber
qué habíamos perdido.
En ese preciso instante,
tus ojos
me dijeron,
con naturalidad,
sin picardía alguna,
que
mis manos
podían tocar
tu cuerpo.
Mi piel
ni tan siquiera se sonrojó
y
contestó a tu proposición,
abriéndose como una flor
al calor
de tus besos
que,
aún siendo nuevos,
mi cuello los acogió
como si ese hubiese sido
su lugar de siempre.
Todo tú
me eras conocido
y,
a la vez,
un increíble descubrimiento.
Nuestras bocas
no tuvieron que presentarse,
no hizo falta,
hablaban el mismo lenguaje.
Nuestros dedos
intuitivos,
conocían perfectamente
el camino
que debían recorrer,
sin
necesidad de guiarles.
Nuestros cuerpos,
uno cóncavo,
otro convexo,
supieron encajar
como las dos únicas piezas
del puzzle que éramos.
Nosotros logramos romper
las leyes de la aritmética
porque
tú y yo,
tras reconocernos,
sin conocernos,
ya nunca sumamos dos,
ya siempre fuimos uno.
Artist Josef Kunstmann.
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