en el que me sentí
arrugada,
plegada y replegada
sobre mí misma
hasta convertirme
en una bola
de papel,
informe,
defectuosa
y
tan débil
que
un solo manotazo
o
el aire que provoca
un grito de sarcasmo
me hacía desaparecer.
Pero,
no sé cómo,
ni por qué,
me percaté que
podía volver
a mi forma original.
Tan solo era necesario
desplegarme,
coger fuerza,
abrir mis brazos
y
mis piernas,
alzar mi cabeza
y gritar
¡No!.
Photo by Elisabeth Post
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