sentado,
como de costumbre,
con ese gesto disciplente,
mirando la televisión.
Cruzo el salón,
en penumbra
y
el silencio
podría cortarse.
A tu lado,
el vaso que siempre utilizas,
ajado,
marcado por los restos
de ginebra
que bebes
como si fuese agua.
El olor a tu sudor
se me hace insoportable.
Ya ni tan siquiera
notas mi presencia,
salvo
cuando quieres comer,
se ha acabado la bebida
o
necesitas sexo.
Entonces sí.
Entonces existo.
Entonces soy esa
a la que llamas puta
porque en el lugar en el que trabajo
también trabajan hombres.
Y estás convencido
de que soy tuya,
que puedes gritarme,
despojarme de cualquier atisbo
de dignidad.
Y si no obedezco,
soy una zorra consentida
a quien hay que bajar los humos.
Aunque tú no trabajes.
Aunque seas un sucio borracho maloliente.
Y te miro
y quiero encontrar en tu mirada
algo que logre
hacerme recordar
el por qué un día te amé.
Has alzado tu puño
para pegarme,
como un acto reflejo,
supongo que por costumbre,
por hastío
y
aburrimiento.
Tras desahogarte,
has vuelto a tu sillón
junto a tu vaso,
como si hubieses
cumplido con tu rutina diaria.
Supongo que al despertar,
me llamaste.
A gritos has debido insultarme
y,
dando tumbos,
habrás salido a buscarme.
Me he ido sin nada,
vacía de todo,
completa sin ti.
Photo by Ilya Rashap
No hay comentarios:
Publicar un comentario