repleto
de piedras
que
voy disponiendo
una a una
a lo largo de un camino,
encajándolas
sin que quede
resquicio
alguno.
Nunca se terminan,
las piedras.
Nunca finaliza,
el camino.
Y
siempre ocurre
lo mismo.
Sea la piedra
que sea,
de cuarzo,
de pizarra
o
granito,
aunque la trate
con mimo
tomándola
entre mis brazos,
acercándola
a mi pecho,
hay
un maldito momento
en el que
resbala
de mis manos
para caer
sobre mis pies
descalzos.
Y
ya estoy cansada
de esta tediosa
tarea.
¿Por qué
he de comportarme
como Sísifo
si
simplemente
deseo ser
María?.
Fotografía Antonio Mora
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