pero
no puedo parar.
Debo seguir caminando
a pesar de que la gravilla
me hiera los pies
y
las zarzas de espino
se enreden en mis piernas
como trampas colocadas
por un cazador furtivo.
Todas mis palabras
han sido robadas por él,
el mismo que se ha apropiado
de mis sueños,
de mis letras,
de mi cuerpo.
Es ya demasiado tiempo
tomándome a su antojo,
con violencia
y
con desgana
porque yo no soy nada,
soy menos que nada,
es lo que siempre me dice,
muy cerca,
a gritos.
Hoy he logrado cortar
los hilos que comunicaban mis miembros,
a dentelladas,
con saña
y
desnuda
he escapado.
No sé cuánto he caminado,
ni hacia dónde avanzo.
Me falta su referencia,
su voz,
mi faro.
Doy media vuelta y regreso.
Él sigue dormido, borracho.
Al despertar me dice;
"si tú no te quieres,
¿cómo vas a encontrar a alguien que te quiera?",
Quizá tenga razón.
Por eso, me quedo.
Fotografía Alexandra Kirievskaya
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