Toco mi cuerpo y
aprecio pequeñas protuberancias
en mi espalda.
Respiro y, al respirar,
siento como mi pecho se abre.
Mi corazón, pequeño, rosado
también presenta minúsculas elevaciones.
Y, al pensar,
noto que la sangre palpita en mi sien.
Bajo mi piel, diminutas prominencias
supongo adheridas a mi mente.
Sin saber cómo,
de esas extrañas convexidades
comienzan a nacer suaves y blancas alas,
las alas que me permiten ahora volar, por fin, en libertad.
Fotografía de Amy Judd.
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