Hacía mucho tiempo que no nos veíamos.
Apenas has cambiado.
Ahí siguen tus ojos grandes y desvalidos,
tu voz aniñada, tu piel suave, nuestros sueños sin cumplir.
Nos amamos con intensidad, sabiendo que
nuestro amor tenía una clara fecha de caducidad.
Nuestros besos y abrazos tenían la fuerza de la agonía y
nuestros cuerpos desnudos se habitaban como conquistadores de tierras sin habitar.
Muchas veces nos preguntamos qué habría sucedido si
tú y yo nos hubiésemos encontrado antes, mucho antes.
Si nuestras bocas hubiesen sido jóvenes y con futuro,
si nuestras caricias hubieran sido pioneras en nuestra piel.
Cuántas veces imaginamos viviendo en un mundo sin tiempo,
sin reglas, sin espacio, sin barreras, sin obligaciones
Un mundo en el que la única ley fuese el amor,
un amor protagonizado solamente por ti y por mí.
Pero la realidad se impuso, dándonos una bofetada mortal.
Tuviste que marchar. No quisimos despedidas.
Me quedé sola con la triste realidad y mi casi locura hasta que
el maldito tiempo, que todo marchita, mitigó el dolor.
Nos hemos reencontrado. Me dices que estoy igual.
Tras el primer abrazo, renace con fuerza todo lo que creía enterrado.
Nos sentimos en un espacio sin tiempo, sin gravedad, sin pasado ni futuro.
Un segundo consigue borrar años, un beso logra recuperar todo el amor escondido.
Pero seguimos en el mismo punto en el que lo dejamos.
Tal vez debamos buscar un nuevo significado a la palabra amor,
válido solamente para nosotros dos.
Quizá debamos acostumbrarnos a habitarnos sin esperar nada a cambio.
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