transparente como un cristal,
de soledades y oscuridad,
de tumultos y claridad,
de ilusiones y melancolía.
Soy mujer de extremos,
terriblemente triste o exultántemente feliz,
cálida o gélida como el hielo, jamás tibia,
y de amores entregados,
ciegos, sordos, locos, atolondrados.
Los pensamientos se apelotonan en mi mente,
las palabras no encuentran lugar en mi boca,
mi lenguaje es rápido y atropellado
En ocasiones, hablo sin pensar,
otras, por pensar demasiado, el silencio me domina.
Soy demasiado literal, lo que hace que mentir sea imposible,
pero mi estupidez o mi inocencia, ¡yo qué sé!
allana el camino a aquellos que deseen transformar su verdad.
No me pidas que guarde un secreto a alguien que amo,
me parece una traición digna de no ser perdonada.
Mi imagen me desagrada,
mi actuar me incomoda,
mi impulsividad me irrita
los errores del pasado me pesan como una losa y
ante el futuro me siento desprotegida como la niña que aún habita en mí.
Soy obsesiva hasta la extenuación.
Esa es la razón por la que escribo.
Escribir es mi pasión, me libera, me exorciza,
me redime, me absuelve, me desenreda.
Es la mejor de mis terapias porque nadie me conoce mejor que yo.
Yo, a los catorce ańos, la última vez
que fui plenamente feliz. Apenas tenía
pasado, mi presente era perfecto y mi
futuro estaba repleto de sueños que,
entonces, desconocía, que no fuesen
a cumplirse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario