Cerrar los ojos y dejarse llevar.
Sensibilidad.
Dulzura, suavidad, piel con piel.
Un familiar tono de voz.
Delicadeza.
Unas manos conocidas
que me toman por la cintura y me acercan a él.
Ternura.
Unos brazos familiares
que me abrazan, dando calor, ofreciendo cobijo.
Emotividad.
De repente, todo se torna en tornado.
Nuestros besos danzan en la lujuria y
nuestros cuerpos se encuentran en un estado de auténtica vehemencia.
Nos habitamos y ocupamos.
Nos usurpamos sin protestar
hasta llegar a un culmen sin razón, ni nombre.
Después, regresa la calma.
Con la calma, la sensibilidad y la delicadeza
y, con ellas, nos dormimos, arropados, por la ternura y la emotividad
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