son tristes, vehementes, dramáticos,
que denotan amargura, tormento, desconsuelo.
Que cuando hablo de amor,
no es un amor real, es un amor idílico
cargado de pasión y entrega.
Me comentan que,
algunos de mis versos, destilan
rabia, amargura, dolor e ira.
Yo escribo desde mi propio yo,
no puedo disimular cuando escribo,
es mi interior el que sale y se trancribe en palabras.
Palabras de un dolor que no se ha ido,
palabras de resentimiento hacia un pasado no olvidado,
palabras de amor, a un amor por mí soñado.
Versos de momentos idílicos por mí imaginados,
terribles pesadillas que asolan mi mente y mi espacio o
simples espacios oníricos claros y simples para mí.
Pero no os confundáis.
Hay versos que son ficción,
aunque es cierto que, a veces, confundo entre mi vida y la mentira.
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