En nuestra habitación me encuentro y,
me descubro recostada
sobre tu almohada, intentando
no olvidar la calidez de tu mirada.
Me arrebujo en tu lado de la cama.
Cierro los ojos e intento
recordar cada momento y
cada movimiento
de los últimos abrazos entregados.
Aprieto contra mí tu toalla.
Introduzco mi cuerpo en tu chaqueta,
me arreglo el cabello con tu peine,
rodeo mi cuello con tu bufanda,
abrigo mis manos con tus guantes.
¿No te has dado cuenta de que
moriré si te ausentas?.
Puedo recorrer de memoria
todos los huesos de tu espalda,
cada uno de los tonos de tu mirada.
Me has pedido muchas veces
que no te ame tánto ni
de una manera loca
pero,¿acaso no sabes que
desconozco el camino de la cordura?.
Sin ti no soy nada ni nadie.
Me falta mi sombra,
desaparecen mis huellas,
mis ojos no ven,
mis pies no caminan.
Me siento ante tu mesa de trabajo y
me descubro descifrando
en quién estarías pensando
al escribir una "i", rematada por un punto,
o, una "u", demasiado inclinada.
Me siento en tu butaca intentando ocupar
el preciso hueco dejado
por el peso de tu cuerpo,
intentando recuperar el olor de tu pelo
sobre el respaldo.
Recorro el largo pasillo de nuestra casa
calzando tus zapatillas,
imaginando cada paso,
cada quiebro del camino,
cada imagen por tus ojos observada.
Esta mañana, junto a tu taza,
un sobre con mi nombre y,
en su interior una nota:
"Sólo te pedí que no me amaras tánto,
tan solo deseé que me quisieras mejor".
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