Esos
que
habitan en mi cabeza,
mis monstruos,
y me hablan
y me dicen
que
valgo menos que nada.
Esos que por las noches,
me estiran,
como si mis extremidades
fuesen de goma
y
con ellas,
envuelven mi cuerpo
que
se convierte
en un engendro
sin forma,
ni contexto.
Pero ahí dentro,
hay alguien que,
que,
como siempre,
tiembla y tiene frío.
Hay alguien que ama.
El amor sería mi redención,
pero el amor me está vetado.
De ello se encargan mis monstruos,
eso que me quieren a su merced,
y que consiguen meterme
en pequeños frascos de cristal
para destaparlos cuándo quieran
Y así
oler mi esencia.
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