estoy sola,
completamente sola.
Mis monstruos
me han dado
una tregua.
Mis pesadillas
se han ido
a dormir
con otra.
con otra.
Mi frío constante
ha salido sigiloso
y
se ha quedado,
junto
a mis temblores,
mis miedos,
mis dudas,
mis desconciertos,
sentados, en fila,
a los pies de mi cama,
mirándome,
expectantes.
No me reconocen
pero,
yo sí
recuerdo
como era,
antes de entrar
antes de entrar
en este mundo de tinieblas
que
hoy
hoy
me ha dado un descanso
sin necesidad
de haber firmado
ningún armisticio.
Si cierro
los ojos
puedo sentir
las yemas de mis dedos,
las comisuras de mis labios,
la humedad de mi lengua
que
juguetea
dentro de mi boca.
Conozco lugares
que
no por accesibles
dejan de ser apasionantes.
Sé
que recovecos
debo explorar,
en cuales
tengo que demorarme,
aquellos
que necesitan
una mayor atención.
Mis piernas se cruzan,
se doblan,
se voltean
y mis manos
conocen el camino
que,
condescendientes,
indican a mis dedos.
Mi cuerpo,
liberado,
gira sobre sí mismo.
Presiono ahí,
justo en la desembocadura
que forma el meandro
de
mi pelvis.
Sola alcanzo
un placer
que
recorre
cada vertebra de mi espalda
y
me tenso
como las cuerdas de un violín
tras ser afinado
por las manos maestras
de un buen músico.
Pero
pronto finaliza
el entreacto
y
vuelvo
a estar habitada
por mis monstruos,
mis pesadillas,
el frío,
los temblores,
el miedo
y las dudas.
Han vuelto.
Me temo
que
han tenido celos
de mi soledad.
Photo by Brett Weston
Si cierro
los ojos
puedo sentir
las yemas de mis dedos,
las comisuras de mis labios,
la humedad de mi lengua
que
juguetea
dentro de mi boca.
Conozco lugares
que
no por accesibles
dejan de ser apasionantes.
Sé
que recovecos
debo explorar,
en cuales
tengo que demorarme,
aquellos
que necesitan
una mayor atención.
Mis piernas se cruzan,
se doblan,
se voltean
y mis manos
conocen el camino
que,
condescendientes,
indican a mis dedos.
Mi cuerpo,
liberado,
gira sobre sí mismo.
Presiono ahí,
justo en la desembocadura
que forma el meandro
de
mi pelvis.
Sola alcanzo
un placer
que
recorre
cada vertebra de mi espalda
y
me tenso
como las cuerdas de un violín
tras ser afinado
por las manos maestras
de un buen músico.
Pero
pronto finaliza
el entreacto
y
vuelvo
a estar habitada
por mis monstruos,
mis pesadillas,
el frío,
los temblores,
el miedo
y las dudas.
Han vuelto.
Me temo
que
han tenido celos
de mi soledad.
Photo by Brett Weston
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