El gris del cielo
no ayuda.
Las mínimas gotas
de lluvia
no ayudan.
Y
esta maldita manía
de
recordarte
no ayuda.
Te encuentro
en todos los rincones
de mi cuerpo.
Estás en mis clavículas
y
antebrazos,
en mi cuello
y
en mis labios,
en mi vientre
y
en mi pelo.
Quisiera arrancar
mis miembros,
esparcirlos por el suelo,
aplastarlos con saña,
para así
no recordarte.
Pero,
todavía
todavía
te encuentro.
Te rogaría
que
que
desapareciese cuanto antes
pero
pero
me consta que no lo harás.
Siempre te gustó tenerme
comiendo en tu mano.
Ahora
te gusta martirizarme
desde tu nueva corporeidad
de sueño o recuerdo
y yo,
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