justo en el centro de un lago,
pequeñas piedras tiro al agua que
configuran perfectos círculos concéntricos.
Los círculos crecen y crecen desde el centro al exterior.
Así funciona mi corazón, mi mente, mi amor,
mi pasión, mi entrega, mi devoción.
Nacen, pequeños de mí, y se expanden hacia ti, mi exterior.
Cuando mi amor te alcanza se ha ya tornado en locura,
mi pasión se va transformándose en auténtica lujuria.
Las caricias van creciendo de tamaño e intensidad,
así como los besos y, sobre todo, el ritmo que marco
para que habites mi interior, supera cualquier compás imaginable.
Sin embargo tú no respondes a la misma ley física.
Tu fuerza eclosiona con energía para, después,
ir perdiendo intensidad, interés, hasta llegar a olvidarme.
Una vez que has habitado mi interior, cesan los besos,
cesan las caricias, cesan los susurros al oído, cesa cualquier resquicio de delirio.
Por eso hoy necesito acabar con este desequilibrio.
Nuestros amores descompensados, nuestros besos desacompasados
han roto el frágil equilibrio de mi maltrecho corazón y me he lanzado al agua,
desde el borde de la barca, siendo ahora yo el inicio y el fin
de los perfectos círculos concéntricos, que ya no se repetirán jamás para mí.
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