Esa que no me deja,
esa que no me engaña.
Desconozco la razón que la motivan a amarme,
con un amor incondicional,
quizás el amor más sincero que haya conocido nunca.
Mi soledad y yo hicimos amistad,
un poco por amor, un poco por lealtad
Ambas sabíamos que nunca nos abanonaríamos jamás.
Mi soledad y yo nos hicimos amantes,
noche a noche nos amamos,
con una pasión digna de envidiar.
Ella conduce mis dedos,
guía la presión de mis muslos y
consigue placeres antes inimaginables.
Han pasado los años y continuamos juntas,
sin engaños, sin celos, sin recelos, sin enfados.
No necesito a nadie más que a mi leal soledad.
Fotografía Edwuard Weston 1935
No hay comentarios:
Publicar un comentario