me redime,
me protege.
Cuando escribo me siento libre
pero esa sensación desaparece
desde el preciso momento
en el que tengo que moderar mis palabras,
sopesar los verbos que utilizo,
calibrar los adjetivos,
medir los adverbios a utilizar.
Ahí desaparece mi libertad.
Escribir así no me ayuda a escapar,
me coarta,
me ata,
me encadena.
Esa que escribe
deja de ser yo en su esencia.
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