Sin preámbulos, sin avisos.
No creo sea cobardía.
Es, simplemente, cansancio, apatía.
Hace un tiempo te avisé,
tú preferiste no escucharme.
Ya no veo en ti al amante,
al confidente, al amigo.
Tus caricias no son mías,
tus palabras son ajenas,
tus besos están vacíos y
tu presencia me envenena.
Introduzco en mi maleta
algunas primeras sonrisas,
tres o cuatro despertares y
una carta de amor.
En una esquina guardo
tus secretos y mentiras
muchos sueños sin cumplir,
muchas promesas añejas.
Sobre la cama te dejo,
doblados y empaquetados,
además de la amargura, los años
que junto a ti pasé.
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