Nos despertamos abrazados.
No sabemos qué hora es pero,
qué importa, si tú y yo estamos juntos
frente a frente, en nuestra cama.
Nos miramos y, sin decir palabra,
ya sabemos qué deseamos.
Me sonríes. Susurras cálidas palabras,
que se convierten en cosquillas, en mi oído.
Sobrevuelas mi cuerpo con tus manos
El aleteo de tus dedos sobre mi espalda
provoca el despertar de todos mis sentidos,
y, a media voz te digo, "deseo más".
Siento tu respiración en mi nuca,
como un soplo suave y apacible que
revuelve mi pelo sobre la almohada.
Mis gemidos me delatan.
Nuestros besos se confunden
en el fragor de los abrazos y
las caricias se diluyen en el roce
cuerpo a cuerpo.
Tus piernas y mis piernas,
cuatro miembros que hacen uno y
tus brazos y mis brazos,
tras bailar se convierten en un nudo.
"Quiero más, deseo más", me dices.
"Yo también", te respondo.
Pero es pronto. El reloj marca las cinco
de la tarde, una hora perfecta para recomenzar a amarnos.
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