Ni tan siquiera, se me ocurrió.
Siempre había deseado ser madre y
por eso ahora estás aquí.
Al principio, me envíabas
pequeños mensajes,
en forma de gotas de sangre,
que yo no quise interpretar.
Obedecí ciegamente.
Durante meses, no me moví.
Anhelaba que crecieras,
que te movieras dentro de mí.
Tu llegada fue fácil pero,
cuando te pusieron sobre mi pecho y
levantaste la cabeza supe, en ese instante
lo equivocada que estaba.
A pesar de no llorar, tu mirada era triste.
No tuve tiempo de más, enseguida te llevaron.
Esperé en mi cama, noticias sobre tu estado.
"Su hijo no puede vivir", me contaron.
En este instante estás aquí, diminuto, entre mis brazos.
Tu pequeño corazón no tiene fuerza o,
tal vez, no tiene ganas de latir.
Ahora ya sé qué significaban aquellas gotas de sangre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario