Solicité, sumisa, tus besos y
tus risas.
Acepté, callada, tus desaires y
tus prisas.
Así que, no me digas que no quise darte amor.
Anhelé, en silencio, tus palabras y
tus caricias.
Asumí, obediente, tus obligaciones y
tus citas.
Por eso, no me digas que no quise darte amor.
Acabé, cansada, de mendigar tus deseos y
tus sueños.
Y sí, cuando quisiste mi amor,
yo ya había encontrado otro calor, otra cama y otra manta.
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