Quise besar tu boca, pero tú cerraste tus labios.
Deseé abrazar tu cuerpo, pero tú estiraste tus brazos.
Anhelé coger tus manos, pero tú las escondiste en tus
bolsillos.
Si ya no me quieres, ¿por qué seguimos con esta mentira?
Recuerdo cuando mis besos tenían respuesta en tus labios,
cuando mis abrazos eran recibidos por tu cuerpo y por tus
brazos
y, cuando nuestras manos iban entrelazadas con nuestros
dedos.
Si ya no me amas, ¿por qué no separar nuestras vidas?.
Hace ya demasiado tiempo que nuestros cuerpos no se acoplan,
que nuestras caricias no logran acompasarse,
que nuestros deseos no se transforman en gemidos.
Si ya no me deseas, ¿por qué no te marchas?
Puedo evocar el olor de tu cabello jugueteando con el mío
la calidez de tu voz susurrándome al oído y
la suavidad de tu piel recorriendo mi cuerpo en un suspiro.
Si ya no queda nada, ¿qué te retiene a mi lado?
Yo te lo digo porque, a tu pesar, te conozco demasiado.
Tienes miedo del silencio y de tu sombra.
Solamente eres un cobarde que prefiere una soledad
acompañada.
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