La figura de Medea representa en Eurípides la desmesura en los sentimientos de amor-desamor: el personaje expresa, en un primer momento, una capacidad para amar sin límites, con una entrega absoluta a Jasón; pero después, y tal vez como consecuencia de lo anterior, manifiesta una capacidad para odiarle sin medida, hasta las últimas consecuencias. Su carácter hace que actúe de una forma enérgica y voluntariosa, renunciando a su existencia anterior por emprender una nueva vida junto a su amado; pero también, en los malos momentos (precisamente aquellos en los que se centra la obra), la lleva a comportarse de un modo extremadamente violento, anteponiendo su sed de venganza a cualquier otra consideración moral o afectiva. Paradójicamente, dicha violencia se irá justificando a lo largo de la tragedia, hasta tal punto que resultará refrendada con un “final feliz”, con bendición divina incluida, para la vengativa protagonista.
De la mano de Eurípides, habló para siempre Medea.
Medea de Evelyn De Morgan, pintora inglesa prerrafaelista.
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