Me he convertido
en una asidua
visitante de tu cuerpo, en secreto.
He aprendido
de memoria
todos y cada uno de tus recovecos.
He estudiado
sin demora
el dibujo de tu sombra a contraluz.
He deseado
con vehemencia
tu boca y tus pies, tu lengua y tus manos.
Me he mudado
con audacia
a ese pliegue que pone fin a tu nuca e inicio a tu cuello.
He soñado
con frecuencia
que la curva de tu espalda es el recodo perfecto.
He espiado
sin reparo
las palabras que diriges a los otros, nunca a mí.
Me he excitado
con ardor
observando la estela del humo de tu cigarrillo.
Te he pedido
sin pudor
que dirijas, sin demora, tu mirada sobre mí.
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