habitada
por fantasmas.
Es una soledad
ruidosa,
caótica,
tan concurrida
que
a veces anhelaría
estar acompañada
aunque fuese
por mi sombra
o
mi reflejo
al otro lado del espejo.
Mis fantasmas
son insubordinados,
rebeldes,
contestatarios
como aquellos
que antes ocupaban
su espacio
en mi vida,
hiriéndome,
dañándome,
rompiendo mi corazón
hasta pulverizarlo
como una tiza blanca
en manos de un niño
que no quiere escribir
en la pizarra.
Por más que lo intento
no consigo
deshacerme de ellos.
Residen en mi cabeza
donde me atormentan
con sus recuerdos.
Y quiero olvidarlos,
pero no puedo
porque soy débil,
porque,
realmente,
me gusta tenerlos
a mi lado.
Son recuerdos
que sí, me dañaron,
pero
a los que amé,
como siempre,
sin medida.
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