nos acompañó en nuestro último viaje,
ese que iniciamos juntos pero que
finalicé sola en aquel triste hotel.
Me quedo un rato observándola.
Inclino mi cabeza sobre ella y
respiro, profundamente, intentando
recordar el olor que ya olvidé.
Nunca habíamos compartido equipaje.
Esta vez insististe y juntos viajaron
tus dibujos y proyectos
mis deseos y mis sueños.
En una esquina encontré
aquellas promesas que un día me hiciste,
promesas de amor y respeto,
palabras vacías, ahora lo sé.
Siempre me encontré a diez centímetros de ti,
diez centímetros por detrás de ti,
diez centímetros por debajo de ti,
y tú siempre, diez centímetros sobre mí.
Nunca quisiste mi opinión, "por absurda", dijiste.
Tampoco me dejaste compartir contigo
ni mis llantos, ni mis miedos,
ni mis proyectos, ni mis anhelos.
Tan solo deseabas ser feliz pero,
era una felicidad egoista,
en la que únicamente tenías cabida tú,
en la que yo no entraba.
Tras un mes de viaje encontré,
sobre la mesa de nuestra habitación,
una nota que decía: "Te abandono por desidia,
cansado de tu silencio y de tu falta de aspiración".
"¡Qué injusto eres"!, pensé.
Eras tú el que exigía ser el primero,
aquel que me sometió a sus deseos,
el que pedía amor y pasión sin ofrecer nada a cambio.
Ahora estoy aquí,
con la maleta vacía en mi mano y,
frente al mar me pregunto qué he de tirar primero
si tus letras, si tu amor o mi corazón, conmigo entera.
Fotografía: Christopher F.
No hay comentarios:
Publicar un comentario