porque
duele,
molesta,
descoloca.
Tampoco es aprobada
esta manía estúpida
que
tengo
de no mentir.
Y no,
no creo en las mentiras piadosas,
aunque
quienes me lo reprochan
no saben
que
tan solo
deseo
no habitar el silencio
que, al parecer,
es más racional.
Me reprueban
mi impulsividad,
mi falta de reflexión,
mi sensibilidad,
mi punto de locura.
Tengo miedo de habitar un mundo
que
no está hecho para mí.
Me siento desnuda
en medio
de una multitud de personas
uniformadas
que me miran
y
con su mirada
o
el gesto de su boca
reprueban
cómo soy.
Pero no sé ser de una manera diferente.
Creo que siempre
he sido
rara,
rodeada de un vacío
que, en ocasiones,
se masca.
Pero, mi interior,
está demasiado habitado
por fantasmas,
miedos,
sombras
y
este tambor que, constantemente,
resuena
en mi cabeza.
Me muevo entre dos mundos,
el del resto de la gente
y
el mío propio.
Si no lo hubiera compartido con nadie
no me sentiría
tan desubicada,
tan falta de calor,
tan vacía de todo,
ese todo
que los demás tienen
y que,
para mí,
siempre ha estado vetado.
Definitivamente,
no pertenezco
al mundo de las personas reales.
Realmente,
aún no sé dónde se encuentra mi lugar.
Tal vez mi sino sea ese,
no encontrarlo
y
seguir vagando
por irrealidades absurdas
que, nadie entiende,
salvo
yo.
Photo by Noell Oszvald
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