Miro a mi lado
y sonrío.
Tú ya no estás,
tú ya te has ido.
Y
sin embargo,
extrañamente,
no me siento sola,
ni triste o abatida.
Al contrario,
comienzo a flotar
por mi habitación
etérea,
ingrávida,
dando piruetas
en el aire,
brotando sin control
estruendosas carcajadas
de mi garganta.
Y me sitúo
desnuda en el espejo
y, por fin,
aprecio algo semejante
a un cuerpo,
tal vez aún a medio hacer,
pero un cuerpo
al fin y al cabo.
Y creo vislumbrar
mis ojos
que, por fin,
han recuperado
algo de su brillo.
Muevo mis brazos
y, aletean libremente
y de mis labios nacen palabras
que nadie me dicta previamente.
No me siento
culpable.
Te avisé.
Dije que no te amaba
y tú
no quisiste creerme.
¿Por qué me obligaste
a convertirme
en huracán?.
Pero fue la única forma
de que entendieras
que
ya no te quiero a mi lado.
Esta noche,
abrí la ventana
y saliste despedido
de un solo soplido.
Con lo sencillo
que hubiera resultado
creerme.
Photo by Billy Kidd
No hay comentarios:
Publicar un comentario