por casualidad,
cuando menos lo esperaba.
Se creía mayor,
se veía ajada,
se sentía cansada.
Treinta años,
casi una vida.
Jamás
le había dicho "te amo".
No podía.
Él era
su carcelero,
su dueño,
su amo
y
el padre de sus tres hijos.
Nunca se maquillaba.
Ocultaba los golpes
como podía.
como podía.
Además,
él no la dejaba
porque
era una mierda,
una puta,
una muerta despojada
de cualquier atisbo
de
dignidad.
Una mañana,
también por casualidad,
él la vio
con una sonrisa
dibujada
en su cara,
hinchada por las pastillas
y
las bofetadas.
Estaba hablando
con un hombre.
Se rozaron la mano,
musitando bajito
alguna que otra
palabra de amor.
Él no espero
a que los niños se acostaran.
La cena se mezcló
con
puñetazos,
patadas,
con sangre.
Como un destello,
clavó certeramente
un cuchillo
en su corazón.
"Hijos, vuestra madre
me engañaba.
Nunca entendió
que
era mía,
que, sin mí
no era nada".
Seguidamente,
abrió la puerta de la calle
y salió,
tranquilamente,
como otra noche cualquiera
de palizas y alcohol.
Tres niños arrodillados
rodeaban
a su madre muerta.
Uno de ellos dijo,
"nunca he visto a mamá
tan guapa,
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