las sombras
quienes
siempre me acompañan.
Sinuosas
o
serpeantes,
cortantes
o
incisivas,
según
la luz
que
acaricie
las superficies
que
las conforman.
Pero,
siempre ha de ser de noche,
siempre ha de haber
un farol,
una bombilla,
un fluorescente
o
el reflejo de la luna.
Solo de esta manera
logro conseguir
abandonar mi soledad.
Por ello es que
jamás
me veréis de día
porque,
cuando no es de noche,
la sombras descansan
y ellas,
solamente ellas,
son las únicas
que
no me fallan, ni me abandonan
que
siempre han estado
y
están
a pesar de mi locura.
Ellas, las sombras
jamás
me han juzgado,
jamás
me han dejado sola.
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