siempre el frío,
ese
que se adentra
en mi cuerpo
y,
por más que le digo,
"abandóname,
vete en busca
de alguien
que
te ame",
me mira a los ojos
y
sonríe.
Sabe
que
si él me dejara
yo
quedaría sola
y
le echaría en falta.
Y sé
que
nadie,
excepto él,
el frío,
quiere
ya
rodearme
con sus brazos,
susurrarme al oído,
"salvo yo,
nadie te quiere"
y
todas las noches,
aún a pesar
de
las diez mantas
bajo
las que me escondo,
él volverá
y habitará mi cuerpo
que quedará
devastado
por la escarcha,
agrietado
por el hielo.
Y así,
poco a poco,
el frío se ha hecho mi dueño.
Pero tiene razón,
estoy sola,
no tengo a nadie
que
no sea él,
aunque adore el calor
pero
el calor me aborrece
Y, entonces,
yo, sumisa, obedezco,
porque
me da miedo
la soledad,
porque
me da miedo
el miedo.
Photo by M. Kumarov
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