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Lewis Carrol "Alice in Wonderland"

viernes, 9 de octubre de 2015

"ALEJANDRO Y AITANA. AMOR ABUSIVO". "AMORES POLIÉDRICOS 7"

                                                           Madrid, 1990.

  Alejandro Ruiz es un afamado pintor y escultor, reconocido por sus obras en prácticamente todo el mundo. Desarrolla un estilo hiperrealista quizá porque, como él dice, el surrealismo y el cubismo siempre le han deprimido y, el impresionismo o el modernismo le quedan algo lejos.

Alejandro es el prototipo de artista que se sabe conocido y famoso. Nació en Toledo, en 1946, en el seno de una familia aristocrática, cuyos títulos nobiliarios se remontan al reinado de Felipe II. Tras cuatro niñas nació él. ¿Al fin el varón que hiciese perdurar todos los títulos de la familia!. Quizá por ello, fue siempre , el mimado de sus padres.

Sus hermanas habían sido educadas para ejercer el papel que se esperaba de ellas; buenas esposas de un fructífero y provechoso matrimonio, casándose todas con miembros de la nobleza toledana y madrileña, siguiendo una tradicional tendencia endogámica de la aristocracia. Sus hermanas cumplieron bien su papel, sin embargo, Alejandro logró escabullirse del férreo control familiar.

Alejandro había destacado durante sus estudios como un gran dibujante y consiguió que sus padres le matriculasen en la Real Academia de San Fernando de Madrid. Sin embargo, a los dos años fue expulsado de la misma por su mal comportamiento.

Lo cierto es que Alejandro tenía alma de artista y a un verdadero artista no se le puede atar con normas que pongan límites a su libertad creativa.

Sabiéndose respaldado por la fortuna familiar, huyó literalmente a Italia donde se empapó de todo el arte que impregna cada una de las ciudades de aquel maravilloso y mágico país.

Alejandro era hermoso, no guapo, sino hermoso; era como si el "David" de Miguel Ángel se hubiese materializado en hombre. Alejandro, consciente de su belleza que utilizaba a su antojo, tuvo unos años de promiscuidad con las jóvenes y no tan jóvenes damas de la aristocracia italiana, sin hacerle asco al oscuro mundo de la prostitución y los burdeles.

En Italia presentó su primera exposición de pinturas al óleo y esculturas, gracias al mecenazgo de una noble condesa italiana que, por edad podría ser su madre, pero que había caído cautivada a sus pies.

La exposición fue un auténtico éxito, logrando vender todas las obras de la muestra. Pero Alejandro, como todo artista, era también un bohemio al que la rutina le exasperaba por lo que a los veintitrés años abandonó Italia en pleno éxito, para explorar la "impresionista" Francia, haciendo igualmente uso de sus favores amatorios y sabiéndose respaldado por la fortuna familiar, pues todo lo que había ganado en Italia, lo había dilapidado en su "salvaje" día a día. De Francia pasó a Estados Unidos donde ya fue recibido con el título de "Rey del hiperrealismo".

En Estados Unidos contrajo matrimonio con Lisa Merie, rica hija de un acaudalado industrial petrolífero con la que tuvo dos hermosas hijas, Elisabeth y Sophie. Sin embargo, la fidelidad no era un rasgo que le caracterizase y tras haber engañado a su esposa con un número incontable de mujeres, ésta le pidió el divorcio.

Todo ello le dejó prácticamente arruinado y fue solo entonces cuando regresó a España. Acababa de cumplir 40 años y lo había perdido todo.

Desde sus huídas juveniles, al regresar a España fue cuando se dio cuenta de que todo había cambiado mucho. Sus padres le habían desheredado, cansados de sus escándalos y fue entonces cuando recapacitó y se puso nuevamente a trabajar en serio.

En seis años recuperó todo su prestigio como pintor y escultor, así como su fama y parte de su fortuna, pues sus obras volvieron a revalorizarse en el mercado cultural.

Sin embargo, tras esos años de locura y sus consecuencias, había quedado muy sensibilizado. A pesar de no necesitarlo, decidió construir una academia donde enseñaría todo lo que sabía a gente con hambre de aprender. Como no podía ser de otro modo, la Escuela de Arte "Alejandro Ruiz" fue un éxito, convirtiéndose en un referente para todos los estudiantes de arte.

Aunque la Escuela llevara su nombre, la realidad es que los profesores eran talentos sin cotizar a los que contrataba a cambio de un buen sueldo y él apenas hacía acto de presencia.

Sin embargo, una tarde que acudió a la Escuela a recoger unos papeles se fijó, a través del cristal superior de la puerta del aula de escultura, en un maravilloso trabajo que estaba realizando una joven, de la que solo podía ver su espalda y sus manos, unas maravillosas manos, ahora empolvadas por el uso del cincel y el mármol, pero de las que estaba naciendo el torso de un joven que rozaba la perfección.

No quiso interrumpir y se quedó allí estático, sin moverse, hasta que finalizó la clase. Fue entonces cuando pudo ver el rostro de Aitana, una joven sumamente delgada y pálida pero con un rostro plásticamente maravilloso. Su largo pelo oscuro, le caía sobre la espalda y sus grandes ojos negros eran como temerosas ventanas a un oscuro interior. Su boca, bellamente perfilada, daba la impresión de no saber sonreír. Había algo en ella que le hacía frágil, débil, volátil.

Ese día no le dijo nada, simplemente porque Aitana literalmente huyó. Pero al día siguiente, quiso volver a la Escuela para poder ver nuevamente a aquella misteriosa muchacha, de cuyas frágiles manos nacían esculturas magistrales y que Alejandro había conocido tras haber pedido a su profesor que se las mostrase.

Aitana tenía veinte años de pura inocencia y su fragilidad física venía dada por una aguda anorexia nerviosa que arrastraba desde los quince años, pero que se negaba a superar convencida de que del sufrimiento salían siempre sus mejores obras. Era increíble como aquel pequeño cuerpo pudiese albergar tal grado de creatividad.

A Alejandro no le fue difícil abordar a Aitana. No necesitaba ningún pretexto. Era el propietario de la Escuela y deseaba hablar con ella de su obra.

Aitana también tenía alma de artista, así que la alabanza le agradó de tal manera que esa misma noche se lo agradeció con una cena a la luz de las velas, que terminó en un sexo salvaje, inexplicable para aquel frágil cuerpo.

Aitana vivía en un pequeñísimo piso que pagaba gracias a las clases de dibujo que daba en un colegio de monjas y al dinero que conseguía de la venta de alguna de sus obras.

Pronto, el sexo nocturno entre Aitana y Alejandro se fue haciendo cotidiano y parecía que ello contribuía a elevar la perfección artística de Aitana.

Fue entonces cuando a Alejando le encargaron una exposición de sus esculturas en Nueva York. Pero llevaba prácticamente un año sin realizar una escultura y sin pintar un solo cuadro, consecuencia de una sequía creativa ya bastante prolongada.

Sin embargo, el miedo al fracaso era más fuerte que él. No quería ni podía perder su buen nombre por lo que decidió apropiarse de todas las esculturas que Aitana tenía en la Escuela. Las mandó embalar y sin decirle nada a nadie, las expuso con un gran éxito de ventas en la ciudad de los rascacielos, rindiéndose toda la crítica a sus pies, ante su nuevo estilo, tan diferente de su hiperrealismo, pero igual de fascinante..

Alejandro, en el fondo de su corazón, sabía que había obrado mal, pero su orgullo y su soberbia artística pudieron más.

Cuando regresó a Madrid, se dirigió directamente a casa de Aitana. Deseaba recompensarla económicamente y, de alguna manera, comprar su silencio. Pero Aitana no estaba.

Dirigió entonces sus pasos hacia la Escuela. Cuando llegó había un gran revuelo que se tornó en absoluto silencio a su llegada. Se acababan de enterar que las obras que Alejandro había expuesto en Nueva york eran las de Aitana y que ésta, al ver desaparecer su obra en manos del que ella consideraba su amante y profesor, se había dejado morir de hambre en su pequeño piso. Por eso hacía más de tres semanas que no aparecía por la Escuela.

Alejandro no pudo soportar el peso de su conciencia. Sabía que había sido él quien realmente había matado a Aitana. Esa noche colgó una cuerda que había encontrado en su escuela y tras atarla con fuerza a una viga y, sin dudarlo ni un momento, se ahorcó.

Al día siguiente, encontraron su cuerpo en el aula en la que había trabajado Aitana. En su mano, una nota que decía: "No sé si podrás perdonarme pero te amo".





                           
                       

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