de
dejarme llevar
por la vorágine de mis emociones.
Quisiera
ser fría, insensible,
despreocupada, inconmovible.
Pero siempre aparecen
los condenados recuerdos taladrándome la cabeza,
respaldados siempre por esa mala conciencia
que
ser ríe de mí, a la cara, disfrutando,
con
descaro.
con
descaro.
No puedo decir que he pecado
porque
no creo
en preceptos, ordenes o mandamientos.
No he infringido leyes,
ni he transgredido normas.
Pero mentiría si no dijera
que
cuando más segura me siento
es
acurrucada
en el más frío suelo
de la más húmeda tierra
o
o
en las placas de hielo que provoca
el intenso frío que expulso tras respirar
porque
solo entonces me doy cuenta que no puedo caer
más bajo.
Y, lo siento,
ya me siento demasiado mayor
y, sobre todo,
desmesuradamente cansada
como para desandar lo andado.
No tendría años suficientes
para recuperar lo que nunca
he tenido,
eso que algunos llaman felicidad
porque
en un alarde de frivolidad,
los dioses y los hombres
No hay comentarios:
Publicar un comentario