momentos
anclados en una realidad
paralela a mi cotidianeidad
que,
cuando menos lo espero
me engullen,
me zampan
y
por unos segundos,
me convierten en alguien
que,
aunque quisiera,
no soy yo.
Posee mis facciones,
mi estúpida voz de niña,
mis rarezas,
mis torpezas
y,
sin embargo,
es feliz,
le sonríen,
se siente amada.
Son instantes
que
no duran más de treinta segundos,
el tiempo suficiente
para disfrutar siendo otra,
comiendo
sin masticar
su felicidad,
bebiendo
a borbotones
su risa,
sintiendo
cada
uno de los besos y caricias
que recibe
como
reales
y
tangibles.
Pero, igual que aparecen,
se van.
Con la edad, la reserva
de momentos
de realidad paralela,
van disipándose
y
con ellos
la felicidad plena
que
solo en ellos se alcanza.
Photo by
Ya no puedo creer.
He perdido
la fe.
Soy insensible
a
las palabras,
impasible
a
los gestos,
indiferente
a
las caricias,
inconmovible
a
los besos.
Mi cuerpo
ha perdido
la piel
que lo cubría,
mi corazón
ha despedido
a
los sentimientos
que le protegían,
mis ojos
han extraviado
las pupilas
con los adornaban
y
mi sexo
ha descuidado
la confianza
de ser habitado.
Soy
una apóstata,
una descreía
y
he vendido
mi alma al diablo
al que he perjurado
no volver a creer
jamás
en el amor.
Photography by Noell Oszwald.
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