No puedo.
No me doy permiso.
Soy mi carcelera
y
mi presa soñada.
Luzco hermosas
cicatrices
en
mis muñecas
y
en
mis tobillos.
Grilletes dorados,
rematados
por
pesadas bolas
de
colores.
Los arrastro.
Me guían con sarcasmo.
Nuevamente,
otra vez,
cloc, cloc, cloc,
resuenan en mi cabeza
el sonido
de
los cerrojos
tras arrancarles la llave
que
los cierra.
No sé ser libre.
No debo.
Siempre
yerro
cuando llego
al
cruce de caminos.
Photo by Noell Oszvald
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